lunes, 1 de febrero de 2010

Teorías de la reforma muerta




A la reforma política de Felipe Calderón no se le podían criticar muchas cosas. El diagnóstico y los objetivos que la justificaban eran incuestionables: fortalecer la relación entre ciudadanos y sistema político es urgente en México. Tal vez había quien pusiera en duda algunos aspectos de forma, pero el fondo era un punto de acuerdo general. No se puede negar que tenemos problemas de gobernabilidad que hace falta mejorar.


Sin embargo, hay quien ya la da por muerta. Parece que nada ocurrirá con el decálogo propuesto por el Gobierno Federal. En gran medida, esto se debe a las alianzas PAN-PRD que se pretenden formar para las elecciones de este año en algunos estados.


El PRI se enojó. No le gustaron las coaliciones y endureció su postura en contra de la propuesta de reforma política. Sobra decir que el apoyo de este partido en el Congreso es vital para lograr una reforma decente.


Es un hecho paradójico: una buena propuesta de reforma muere antes de nacer. Entendamos lo incomprensible.


El presidente Calderón sabía que esto iba a pasar. Que a nadie le extrañe que el PRI se molesta por las coaliciones PAN-PRD en su contra. Que nadie se llame al asombro cuando esto interfiere en la reforma política. Y que nadie sugiera que la idea de las alianzas no pasó por el escritorio del Presidente.


Pongámoslo en menos palabras: las coaliciones y la reforma política son excluyentes una de la otra. Al favorecer las alianzas de su partido con el del sol azteca, el presidente Calderón escogió las elecciones por encima de la reforma urgente que a todos gustaba.


Vaya que tiene en orden sus prioridades.


Pero hay otra hipótesis. La anterior supondría que primero pensó en la reforma política, después en las elecciones, dio mayor importancia a los comicios de este año y favoreció las alianzas aunque éstas afectaran su propuesta. En realidad pudo haber sido de otro modo: pensó en las elecciones, pensó en las alianzas y puso sobre la mesa un debate diseñado para que él lo ganara, aún cuando la reforma se perdiera.


El PRI, molesto por la nueva amistad entre el PAN y el PRD, jamás apoyaría la reforma política, pero tendría que argumentar en contra de una propuesta que a la ciudadanía le gusta. Así, llega debilitado a las elecciones.


Sea como sea, hay algo claro: el Presidente siempre supo que su propuesta de reforma política estaba muerta. Nunca vio seriamente la posibilidad de que se llevara a cabo. Ya tenía las alianzas en mente. Pensar que algunos le crímos.